Gritos y Susurros puede verse todos los jueves a las 21hs en Beckett Teatro: Guardia Vieja 3556.
La entrada general es de $20 y de $15 para estudiantes y jubilados con acreditación.
Por reservas, comunicarse con la sala al 4867-5185.
Puede solicitarse más información a la siguiente dirección de mail:
gritos.susurros@gmail.com
martes, 19 de agosto de 2008
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Comentario de Gritos y Susurros hecho por Daniel Altamiranda, que asistió al estreno de la obra, el 7de agosto de 2008.
La virtud del espacio.
En tiempos donde la pérdida de la espacialidad es la muerte la que ocupa un lugar en la obra. La muerte se convierte en algo positivo cuando Anna (Nadia Marchione) hace de nexo entre la vivencia de Agnes (Sabrina Gómez) y su entorno. La sirvienta está en contacto con la enferma espiritualmente; por eso las hermanas hacen su descarga en ella.
Con las palabras contadas transcurren las secuencias. Anna hace que el espacio que ocupa la muerte se convierta en positivo. Con sus movimientos pausados en el fondo de la escena, entre penumbras, con la comprensión que tiene de la experiencia de Agnes. Ese movimiento entre estas dos mujeres se transforma en una comunicación superior. La escena del abrazo entre ellas en la cama es el reflejo truncado de eso. En la película es una de las escenas más intensas; en la obra logran hacerla con calidez, con una regulada intensidad que hace que hace una escena emocionante.
La relación de incomprensión entre las tres hermanas se hace insoportable con el correr de los minutos. María (Florencia Savtchouk) y Karim (Clarisa Hernández): la precisión con que se ve este malestar es alarmante. Dos mujeres, una muy enojada, la otra perdida en sí misma.
En el escenario los personajes están casi siempre visibles. La relación no se corta entre ellas en ningún momento. Ni la muerte las separa. La escenografía es reflejo fiel de este lazo.
La vivencia del sueño.
La escena del sueño, casi sobre el final, de Anna es clave en la adaptación de la obra y le da un toque de distinción. Las hermanas se encuentran con la muerte y no la soportan. No soportan a Agnes muerta, así como tampoco la soportaban moribunda. Karim dice odiar a María, no la cree capaz de nada. María se somete. ¿Qué pasa por este sueño que traspasa en la escena los límites de lo onírico y se convierte en algo material: frío, húmedo, incomodo? ¿Qué pasa con este sueño que tiene todas las características de la vivencia terrenal? Simplemente hace del sueño de la sirvienta una experiencia intensa para los espectadores. Pero una experiencia sin mediación; el sueño del personaje se convierte en carne: la reacción del público es la risa.
La memoria.
Cualquiera que haya visto la película del “sueco loco” recordará la escena en que las hermanas se muestran felices caminado sobre el césped, pisando la tierra, con una Agnes que aún puede moverse y caminar. Parece que siempre los tiempos pasados fueron mejores y lo peor está por venir. Ese recuerdo se convierte en imagen en la obra de Francisca Ure. Pero esta imagen es en cuatro dimensiones. Ocupa el lugar de la imagen que nos da la cinta de Bergman y es representación de representación de cuatro actrices hace más de 30 años. Ahora bien, el recuerdo de espectador coincide con el recuerdo que queda con vida de los personajes, María, Karim y Anna. Un final con magia: la emoción del recuerdo.
Daniel Altamiranda
daniel_altamiranda@hotmail.com
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