miércoles, 27 de agosto de 2008

La dinámica de un drama agobiante

Por Juan José Santillán, especial para Clarín.
http://www.clarin.com/diario/2008/08/26/espectaculos/c-00505.htm

Los puentes entre las partes de la pieza y el trabajo de las intérpretes son fundamentales en la puesta de Francisca Ure.


LA PUESTA TIENE UN DISEÑO ESPACIAL Y ESCENOGRÁFICO, TAREA DE SOL SOTO, QUE TRABAJA SOBRE LA DELICADEZA DE LOS OBJETOS Y UNA FUERTE INTENSIDAD CROMÁTICA, UNO DE LOS ACIERTOS DE ESTA PRIMERA PUESTA DE FRANCISCA URE. ELLA HABÍA SIDO ASISTENTE DE DIRECCIÓN DE CLAUDIO TOLCACHIR EN "ATENDIENDO AL SR. SLOANE", QUE SE OFRECIÓ EN LA CIUDAD CULTURAL KONEX, EL AÑO PASADO.

Basada en la película de Ingmar Bergman Gritos y Susurros, el debut de la joven directora Francisca Ure y su grupo de actrices propone una adaptación de este filme al teatro. Si el teatro y el cine trabajan en andariveles y códigos propios a cada formato a veces irreconciliables entre sí, la apuesta en este tipo de adaptaciones generalmente se desarrolla en áspero terreno.
Arriesgada apuesta teatral, entonces, de Francisca Ure sobre una película que exige un sólido grupo de intérpretes, tanto por la necesidad de concretar escenas con mínimos matices y elementos, como por la composición de personajes sobre un fondo que sigue una estructura musical de cuatro movimientos. Los puentes entre las distintas partes de la pieza, junto al trabajo de buenas intérpretes, son fundamentales para concretizar la dinámica de un drama agobiante.

Gritos y susurros, además, es una pieza compleja en su aparente linealidad. Remite a los motivos elaborados en Tres hermanas por Chejov, sólo que Bergman concentra la desolación ante el inevitable designio de las tres hermanas -Agnes, Karin y María- como punto de partida sobre el que se tejen las relaciones. La muerte es de alguna manera acontecimiento aglutinante y se incorpora como matriz fantasmagórico donde halla su particularidad cada personaje.

En la puesta de Francisca Ure, por lo tanto, la consistencia dramática de los vínculos se realiza sobre un hecho consumado: la enfermedad incurable de Agnes (Sabrina Gómez). Ella yace en cama convaleciente al cuidado de sus dos hermanas Karin (Clarisa Hernández) y María (Florencia Savtchouk), y la ama de llaves de la casa, Anna. Agnes espera la muerte y trata de componer su infancia y sus deseos artísticos en un clima familiar opresivo. Karin es la más distante y fría de las hermanas, y su actitud es el contrapunto con María, de comportamiento infantil y poca noción de lo que sucede en la casa.

A su modo, Agnes trata de encontrar sentido de sus vínculos en vida y registrarlo en su diario íntimo, objeto que junto a las pinturas que realiza en su agonía son vertebrales para la trama. El vínculo entre las tres hermanas queda fragmentado y quien une esos restos es Anna. La cercanía entre la ama de llaves con Agnes es intenso y va más allá, incluso, de las características maternales. Sin embargo, estos elementos no logran asentarse en la versión teatral de Ure que se concentra, más bien, sobre la muerte y las resonancias emotivas entre las hermanas. Quizás, lo que pueda llegar a resentir esta puesta es lo que se deja afuera de la trama y es copado por un caudal de silencios que, a veces, colabora al armado de escenas, pero en la sumatoria deteriora su desarrollo. Por otro lado, lo que se abandona tiene cierto peso en la pieza, por ejemplo, la muerte de la hija de Anna, una de las causas de su fraternidad con Agnes; o la presencia del médico que despierta distintas reacciones entre las hermanas.

El diseño espacial y la escenografía, a cargo de Soledad Soto, fracciona el espacio de la casa donde acontece la obra. Muebles de madera maciza, velas y refinadas tazas de té dominan la escena junto a la intensidad cromática. Las cortinas y tapizados son rojos, mientras que sábanas, camisones y vestidos oscilan entre el blanco y el negro. La idea y el trabajo sobre el espacio resulta un punto atractivo del debut de esta joven directora.

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